Tras una larga caminata rodeado de montañas y un paisaje maravilloso, desciendes por el teleférico de vértigo.
Vuelves a pisar tierra, te encuentras en Fuente De.
El recorrido en coche hasta llegar a Cosgaya no es muy largo. Una vez allí conviene dirigirse al "Hotel del Oso". Dos mastines te reciben a la entrada, están tumbados y, a modo de saludo, levantan una ceja y esbozan un gesto que se hace entender como una leve sonrisa.
Una vez dentro, lo mejor es tomárselo con calma, no por el servicio que es excelente, sino por la cantidad y calidad de la comida que te sirven.
Mi experiencia fue un chuletón de buey cuyo tamaño excedía el de la bandeja en que te lo sirven y de un grosor que sobrepasaba los tres centímetros.
En la mesa de al lado un grupo de sevillanos haciéndose fotos con un hermano gemelo del que yo iba a comenzar a devorar, pausadamente, previo remango de la camisa.
Todo ello acompañado por sus patatas fritas caseras y por un buen rioja.
He de reconocer que al final sobró una décima parte del excelente manjar. El hueco justo para degustar uno de los excelentes postres con que este restaurante cuenta en su carta.
A la salida noté cómo los mastines me daban las gracias por esa décima parte sobrante y así comprendí el porqué de su sonrisa.
Vuelves a pisar tierra, te encuentras en Fuente De.
El recorrido en coche hasta llegar a Cosgaya no es muy largo. Una vez allí conviene dirigirse al "Hotel del Oso". Dos mastines te reciben a la entrada, están tumbados y, a modo de saludo, levantan una ceja y esbozan un gesto que se hace entender como una leve sonrisa.
Una vez dentro, lo mejor es tomárselo con calma, no por el servicio que es excelente, sino por la cantidad y calidad de la comida que te sirven.
Mi experiencia fue un chuletón de buey cuyo tamaño excedía el de la bandeja en que te lo sirven y de un grosor que sobrepasaba los tres centímetros.
En la mesa de al lado un grupo de sevillanos haciéndose fotos con un hermano gemelo del que yo iba a comenzar a devorar, pausadamente, previo remango de la camisa.
Todo ello acompañado por sus patatas fritas caseras y por un buen rioja.
He de reconocer que al final sobró una décima parte del excelente manjar. El hueco justo para degustar uno de los excelentes postres con que este restaurante cuenta en su carta.
A la salida noté cómo los mastines me daban las gracias por esa décima parte sobrante y así comprendí el porqué de su sonrisa.
Por cierto, conviene reservar. Tfno: 942 73 30 18
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