Caminé bajo el sol, sintiendo el aire del norte en mi cara, cortándome los labios. La luz que reflejaba la ciudad era mágica. Recorrí sus calles, desde Cascorro hasta el 72 de Galileo. Me senté en el banco que tantas horas acompañó nuestras conversaciones, risas y abrazos.
Al día siguiente volví, para despedirme, pero el banco ya no estaba..........................
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