lunes, febrero 18, 2008

EL BAUTIZO

Sábado 16 de febrero de 2008. La ría está en calma. Brilla el sol. Me introduzco en una piragua de 4, 20 metros de eslora y un remo con dos palas, una a cada lado. M. es mi padrino. Navega constantemente a mi lado. Cuatro horas. La isla, Soutoxusto, la Portela. Un placer inmenso. Buenas vistas de la costa. El cansancio no se nota y, mucho menos, las ganas de comer. Buena compañía y muy buena conversación. Música, cine, política, aves. Ganas de volver otra vez.
Me doy cuenta del inmenso poder que tengo durante esas cuatro horas. El poder de haber estado en sitios que no mucha gente ha podido visitar. Pero a la vez, soy consciente de lo vulnerable que es el ser humano frente a la inmensidad de la naturaleza. La grandeza de la ría, del mar. Seis cormoranes se espantan ante nuestra presencia para luego regresar a las rocas donde estaban posados una vez abandonamos el lugar.
El domingo ha sido un día de agujetas en músculos que no sabes ni que existen.

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