En este inmenso puente que hemos disfrutado, hay un día especial, el ocho de diciembre, día de celebración familiar.
Comimos todos juntos celebrando el cumpleaños y santo de mi suegra, la cual nos sorprendió con un entrante a base de camarones y bruños (centollos pequeños, exclusivos, de la ría de Vigo, con un sabor espectacular), un segundo a base de cordero preparado a la segoviana y postres a base de tarta de almendras y cañas rellenas de crema pastelera.
El "ser bajito" se hinchó a comer marisco, sobre todo, camarones, que tanto "miña lúa" como yo le íbamos pelando sin que nos diese tiempo a nada, pues los ingería a gran velocidad.
El pasado domingo, cuando fuímos, otra vez, a comer a casa de mis suegros, lo primero que dijo el "ser bajito", una vez sentado a la mesa y ante el imponente cocido:
-¡Yo quiero bichos!.
Costó una barbaridad convencerle para que se tomara la sopa. Él quería bichos.
¿Nos estaremos equivocando al educar este paladar?
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