viernes, mayo 11, 2007

CAMPAÑA

Tenemos quince días muy duros por delante. Quince días en los que vamos a escuchar de todo. Promesas, promesas y promesas. Insultos, insultos y más insultos. Mentiras y, sobre todo, mentiras y más mentiras.
- Si el de enfrente dice blanco, nuestra consigna será decir negro, por mucha razón que tenga el de enfrente.
Durante cuatro años de legislatura que han tenido, ¿Por qué es ahora cuando todos los pueblos están levantados, en obras, arreglos de última hora? ¿por qué no habrán hecho las cosas a su debido tiempo? ¿por qué es ahora cuando se preocupan de lo que pensamos los ciudadanos?
Quince días en los que vamos a sufrir el escaso nivel que tienen nuestros políticos (por llamarlos de alguna manera digna y no usar los típicos vocablos como chorizos, especuladores urbanísticos, etc, etc).

Quince días que van a coincidir, también, con el final de liga. No quiero ni pensar que esa liga, aún por encima, la gane el Madrid. La que se me viene encima.
Quince días en los que no pienso leer un periódico, no pienso ver un telediario y mucho menos, un partido de fútbol.
Eso sí, el próximo 20 de mayo, todos los merengues van a ser más rojiblancos que yo. Espero que mi equipo sepa decepcionarles igual de bien que lo ha hecho conmigo durante toda la campaña............liguera.

Aprovecho para insertar un extracto del artículo escrito por José Luis Alvite en Faro de Vigo:

"No hay que ser muy despierto para darse cuenta de que los candidatos elegidos raras veces cumplen sus promesas, que a menudo suelen ser las mismas que alguien formuló en comicios anteriores y seguirán vigentes en la siguiente consulta electoral. Si los organizadores de los mítines tuviesen un mínimo de decencia, repartirían tomates a la entrada del recinto, al que por lo general acuden los fieles devotos de siempre y un porcentaje muy elevado de personas que no se sienten encandilados por la ideología del candidato, sino por la calidad del tentempié que se suele servir en estos casos, en los que, como es bien sabido, el nivel de la intendencia suele estar muy por encima del de la oratoria, planteada casi siempre como un aburrido derroche de esa consabida demagogia que hace tan difícil la credibilidad de los políticos, tan incomprensible su perdón y tan fácil su olvido. Al final, el elegido para la alcaldía se encuentra con la cruda realidad de que los presupuestos no alcanzan en absoluto para cubrir el coste de las promesas y los electores descubren con fingido estupor que por lo general la diferencia entre que gobierne un partido y que gobierne otro partido, suele ser la morenísima amante rubia del alcalde, el concesionario de la grúa municipal y la habilidad que tienen algunos concejales para llamarle urbanismo al crimen organizado. Casi nada cambia de un mandato para el siguiente. Se conservan los ruidos callejeros que impiden dormir por las noches, las obras detenidas por alguna extraña quiebra empresarial, las evidencias de flagrante nepotismo, las generosas subvenciones con las que taparle la boca a las incómodas, combativas y per-meables organizaciones culturales, los atascos del tráfico rodado, mientras la delincuencia común se cubre con el velado eufemismo de la estadística y en un alarde de modernidad transexual se le encarga el pregón de las fiestas a una señora que de joven tuvo fimosis, o a Loles León, que siempre arrastra hasta el pie del balcón consistorial un bioquímico gentío de fulanos que disfrutan de la poesía patronal sólo cuando a la poesía patronal las tetas casi le tapan la boca".

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