Recuerdo a ojitos lindos entrando por la puerta del gimnasio, cuando al pasar al lado de la recepcionista, increiblemente escultural, ésta le dice:
-¡Qué bien hueles! ¿Qué colonia usas?
Mi amigo, con los colmillos afilados y la mirada de tigre, responde:
- Farenhait pour homme
-Me encanta, dice ella
Tres días después aparece ojitos lindos por el gimnasio y nada más entrar, se acerca a la maciza, le da dos besos, imagino que con ánimo de que la chavala recordara para siempre ese aroma y, además, le hace entrega de una muestra del susodicho perfume.
Una muestra de esas que regalan en las perfumerías, pegada a un cartoncillo, donde por detrás, había escrito su nombre y número de teléfono, con una nota que rezaba: ¡llámame!.
La recepcionista no daba crédito, se quedó petrificada, sin saber qué decir. Al cabo de unos días, después de no volver a verla, nos dijeron que había dejado el trabajo.
Eso sí, el pianista de Parada, de declarada tendencia homosexual, que también acudía a nuestro gimnasio, observó las escenas anteriores, y sentado en su banco, con las gafas de sol puestas, no dejaba de mirar a ojitos lindos cuando se cambiaba en el vestuario, sudaba con las pesas o se duchaba después del esfuerzo.
Al cabo de unos días, cambiamos de gimnasio.
Y por supuesto, la llamada no se produjo jamás
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