Está en boga el asunto del botellón. Cada vez se inician más jóvenes; da verdadera pena ver a críos poniéndose ciegos de alcohol, generalmente garrafón, y porros y pastillas y demás porquerías químicas. Es una forma de socializar.
Las consecuencias están siendo bestiales. Mal desarrollo intelectual y físico, nivel de expresión nulo, relaciones familiares inexistentes, mucha agresividad y fiscalía de menores.
Imaginemos un anuncio en el que aparece un cuidador dando un biberón repleto de calimocho a un bebé. Una voz en off pregunta: ¿Permitirías que le hicieran esto a tu bebé?
Acto seguido visualizamos un grupo de chavales de entre doce y diecisiete años. Llenan los minis de güisqui, ginebra, ron, vodka y un poquito de coca-cola, uno de ellos lo ingiere sin a penas respirar mientras los demás lo jalean. La voz en off pregunta: ¿Entonces por qué permites que se lo hagan a tu hijo adolescente?
La educación empieza en casa, no lo olvidemos.
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