Ha sido un fin de semana muy completo. La visita del Señor, Ilma y las tres criaturas, ha llenado de vida la casa. Peleas, abrazos, risas, gritos, llantos, correr por el pasillo, juegos, bromas y un largo etcétera de vivencias con cinco niños de edades comprendidas entre los cinco meses y los casi-siete años que este noviembre cumple mi ojito derecho.
Intercambio de aguardientes blanca y verde (15.000 botellas) por el licor de endrinas casero elaborado en Ezcaray (una botella) e higos de Extremadura, días de playa, últimos chapuzones del verano o más bien, primeros del otoño, peces de todos los tamaños que la miopía me impidió ver con claridad, una bolsa que semejaba un pato muerto, la anguila pescada por el Señor, paseo dominguero por la orilla de la playa con Ilma contándonos la rutina del fin de semana, buena comida el sábado dándonos un verdadero homenaje, café en una terraza de ensueño y disfrutar, disfrutar de la amistad, de esa amistad que dura toda la vida, pasada, presente y siempre futura.
Gracias a toda la familia por los kilómetros realizados y el cansancio acumulado del viaje para que podamos pasar unas horas juntos. Para nosotros ha sido un lujo y un verdadero placer teneros en casa.
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