martes, noviembre 21, 2006

HABONES DE SANABRIA


"Lela" es otro de los seres excepcionales que la vida te da la oportunidad de conocer y con la que actualmente estoy compertiendo parte del camino. La llegada del "ser bajito" ha devuelto, tanto a ella como a "Lelo", la alegría en la mirada, además de una segunda juventud.
Es una fanática del orden y la limpieza, no tiene nada suyo, se desvive por los seres queridos. Es una persona de grandísimo corazón que te hace sentir como en tu propia casa. Ahora bien, una cualidad destaca por encima de todas y es que cocina como los ángeles. Primeros, segundos y ¡vaya postres!. Es un placer disfrutar de sus guisos. Sorprende la empanada de rubio, la de bacalao, cualquier tipo de pescado que prepare, de carne, la empanada de manzana, los melindros, los negritos, la tarta de chocolate, la bica, el pastelón y una larga lista, donde cada vianda sabe impresionantemente buena.
"Lela" no es una suegra tipo. En ella tengo una segunda madre, una buena amiga y confidente. Por supuesto que no menos puedo decir de "Lelo", mi padre actual.

Hace unos meses fuimos miña lúa, el ser bajito y yo a pasar un fin de semana, junto a otra pareja de buenos amigos y sus pequeñas y pequeño, al Lago de Sanabria. Un par de día maravillosos. Una de las especialidades culinarias de la zona son los habones. Los preparan de una manera muy rica y, lógicamente, no nos quedó más remedio que comprar un quilito, para preparar en cuanto regresáramos a casa.

Y cómo no, fue "Lela" quien se encargó de alegrarnos el domingo con esa maravillosa comida. Dos platos. No me quedó más remedio que repetir. ¡Buenísimos! Habones, choricito, carne y panceta.

Decía la abuela Paca que no hay cosa más graciosa que tirarse un pedo silencioso en Misa y observar los daños colaterales. Es una de esas situaciones donde quien se lo tira, tiene que aguantar el tipo ante las caras que ponen los demás. Cuesta muchísimo aguantar la risa.

Al día siguiente de la comida "sanabresa", tuve un macrojuicio donde la Mutua de Accidentes demandaba a trabajador, Instituto Nacional de la Seguridad Social, Tesorería General de la Seguridad Social, empresas y Servicio de Salud de Galicia. Éramos cinco Letrados compartiendo una mesa de más o menos un metro de largo. Todo ello para discutir si el accidente que había padecido el trabajador tiempo atrás, se podía calificar como de trabajo o no. La Mutua decía que no y la empresa, lógicamente se adhería a la petición de la Mutua. Los demás, como gato panza arriba, defendíamos la postura contraria. Un juicio largo porque en el mismo se practicaron varias pruebas testificales y periciales.
Los efectos de los habones no se hicieron esperar y llegaron cuando la abogada de la empresa estaba en pleno alegato final. Un aire insonoro y una lenta y grávida expansión olorosa se apoderaron de la mesa. Cuando somos más de dos, lo bueno del asunto es que no se sabe de dónde proviene.
No tuve más remedio que aguantar la compostura, como un campeón y, con absoluto desprecio y cara de perplejidad, mirar fijamente a la abogada de la empresa como si hubiera sido ella la autora. El resto de compañeros de mesa no tardaron en imitarme.
El alegato no le salió como élla hubiera querido.

En fin, los habones, impresionantes, a pesar de los efectos colaterales.

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